
Si hablamos de las culpas en la maternidad, sería hablar como del dilema del huevo y la gallina, ¿qué fue antes?
Si pensamos en la búsqueda de embarazo, nos vendrían mil culpas: soy demasiado joven, soy demasiado vieja, no tengo trabajo, trabajo, no soy lo suficientemente buena para ser madre, no consigo llegar al peso que quiero para ser madre, el eterno negativo, inseminación artificial, fecundación in vitro, hacerlo sola, hacerlo acompañada, y a esta lista se pueden sumar mil más.
Si pensamos en el embarazo en sí, podríamos encontrar: tomo café, fumo, no como lo suficientemente bien, no como lo que quiero, no hago lo que quiero cuando quiero, le haré daño si tengo sexo con mi pareja, mi lívido se ha ido de viaje y no sé dónde está, a informarme demasiado, a comer jamón, el no informarme, el preparar demasiado pronto las cosas para su llegada, el no hacerlo, en sillas a contra marcha o a favor, en sí me imagino el sexo de mi bebé de una manera y es de otra, si mi pareja no me acompaña como imaginé, si no tengo pareja, pensar en dónde me he metido, el parto, cómo me imagino el parto, el miedo horrible a perderle, a que suceda…
Si pensamos en el puerperio, si le das pecho o bibe, en el está enmadrado o enmadrada, si le coges, si no le coges, si capazo o si huevito, si dormir bien o no dormir, ver si respira por 1746382829264 vez, seguir buscando la lívido y empiezas a pensar que se ha ido con curro de vacaciones y se lo tiene que estar pasando de escándalo, no le cojas que se acostumbra, no le duermas en brazos que se acostumbra, no le irás a dejar solo, que egoístas si no le dais hermanos, y… ooootro largo etc.
Por desgracia no, los y las bebés no vienen con un manual de instrucciones. No, tampoco vienen con una caja de tapones para los oídos. Tampoco nos aseguran una tribu que nos aporte y nos dé seguridad. La sociedad humana es rara, vive cada vez en ciudades más grandes y no conocemos ni a nuestro vecino de al lado. Las mujeres no disponemos de referentes que den el pecho para saber si lo hacemos bien o no, por ejemplo.
La maternidad te hace viajar desde la soledad más absoluta de sentirte incomprendida, por llorar, por no saber por qué, pero sabes que algo hay (seguramente alguna necesidad no cubierta, ¿os acordáis de la pirámide de Maslow?
Casi seguro que es la de base, las necesidades fisiológicas), hasta el sentimiento más amoroso al ver a tu bebé sonreír por primera vez… y es que, quién te iba a decir a ti, que te gustaba tu tiempo para ti, tus duchas largas, tus salidas nocturnas que ver el amanecer era lo más, o de disfrutar de una buena película sin interrupciones, que aprender a aceptar que tu vida ha cambiado, y, seamos sinceras, encajar todo esto, duele.
Duele, no saber por qué estás así, pide ayuda, delega. Pero ojo, no delegues para que los demás cuiden de tu bebé, delega, recoger o limpiar, que la mejor persona con la que puede estar tu bebé eres tú. Pide ayuda cuando necesites llorar, a tu pareja, una amiga o a tu madre, alguien que sepa ponerse en tus zapatos, aunque no esté en tu mismo proceso vital, no obstante que sea alguien que te va a mirar y tratar de la manera más amorosa posible. Busca ayuda profesional al cuándo haya algo que sabes que necesitas trabajar y elaborar de manera profesional.
Y tú, ¿has sentido el peso de la culpa en tu búsqueda de la maternidad o durante la misma? ¿Encontraste apoyo en tu entorno? ¿Necesitaste ayuda profesional?
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